Tecnologías monetarias y de crédito que manejan (y son manejadas por) diferentes cuerpos

Luiz Arthur Silva de Faria

Traducción: Raül Crespo Coca

20 de mayo de 2013, día de sol en Niterói, a orillas de la Bahía de Guanabara, a la vista de Río de Janeiro. Frente al Morro do Preventório, pregunto dónde está el banco. Sin parpadear, un motociclista señala el lugar, justo arriba de la colina. Al entrar en el modesto banco comunitario, encuentro a Márcia Guedes, con quien voy a conversar. Pregunté por Marcos Rodrigo, que no estaba en el banco: había ido a tratar de convencer a otro comerciante de la importancia de aceptar el “prevê”, moneda comunitaria, un intento de fortalecer la circulación de la riqueza en el propio barrio de Preventório, lo que debería mejorar la vida de todos. Al volver, Marco dijo que aquella vez no había tenido un éxito completo: “Marco, te aprecio mucho, soy muy amigo de tu padre, pero… no voy a aceptar el ‘prevê’”, dijo el comerciante. Vimos a un vecino de Preventório, pescador, llegando al banco. El hombre tiene problemas hoy: la pesca no ha dado frutos y el fracaso tendrá implicaciones inmediatas. No podrá proporcionarle lo básico de comida a su familia el fin de semana. Ha venido a intentar algo —al fin y al cabo, su mujer, artesana, ya le había contado algo sobre el pequeño pero movido banco—. Allí, entiende mejor el funcionamiento del banco —después de la convincente explicación de Sônia Faria— y decide pedir un préstamo en “prevês” (en aquella época, en papel moneda), sin intereses, que ya pagará la semana que viene [1].

¿QUÉ CUERPOS PUEDEN MANEJAR MONEDAS Y CRÉDITOS?

Los más diversos cuerpos afectan a (y se ven afectados diariamente por) lo que podemos llamar tecnologías monetarias y de crédito. En Brasil, por ejemplo, históricamente muchos están excluidos del sistema bancario [2]. La escena anterior muestra diferentes aspectos de la vida cotidiana del Banco Comunitario de Desarrollo (BCD) de Preventório, situado en una favela de la ciudad de Niterói (Río de Janeiro, Brasil), que hace circular su moneda comunitaria y su microcrédito. La estabilidad de aquella red es precaria: el comerciante de la escena aún no estaba convencido de que el acuerdo del prevê (nombre de la moneda comunitaria local) tendría validez en la comunidad. Nada más natural para quienes viven inmersos en un acuerdo (el del uso de los reales, la moneda nacional de Brasil) casi “natural”, dado, o inconsciente, como plantea Bernard Lietaer (2003). Salvadas las proporciones, tal como en los “[…] Estados Unidos de principios del siglo XIX, [donde] había una enorme variación física en los tipos de dinero” (ZELIZER, 1998) y cada estado de aquel país acordaba sobre su moneda, el BCD de Preventório viene construyendo un nuevo acuerdo desde 2008, con una moneda comunitaria, válida dentro de la comunidad.

El ejemplo de la región metropolitana de Río de Janeiro es una de las 115 experiencias de la hoy llamada Red Brasileña de Bancos Comunitarios, iniciada en 1998 con el Banco Palmas (Fortaleza, Ceará). Los BCD en general reúnen prácticas articuladas de microcrédito y de monedas comunitarias, impregnadas de un fuerte compromiso local. Este manejo comunitario de monedas (ya sea en la “creación” o en el préstamo) puede sonarle extraño a algunos, pero en realidad encuentra apoyo en campos de estudio como la antropología de la economía: autores como Karl Polanyi, por ejemplo, destacaron la existencia tanto de las “monedas de uso general” (all purpose money) como de las “monedas de usos específicos” (special purpose money) (DISSAUX; FARE, 2017, p. 8). En la actualidad, este espectro iría desde las monedas nacionales y continentales (en el primer caso, como el real y el dólar) hasta los prevês (Río de Janeiro, Brasil) y las Ithaca Hours (Nueva York, EE. UU.), pasando por las millas de las compañías aéreas (en el segundo caso) [3]. Dissaux y Fare (2017) se adhieren a la idea de pluralidad monetaria, por ejemplo en el sentido de la existencia “de formas y de monedas diversas (como las monedas asociativas)” (DISSAUX; FARE, 2017, p. 9, traducción propia). Para ellos,

la idea según la cual las monedas las construyen los Estados está contradicha en muchos estudios sobre la proliferación de instrumentos monetarios producidos por otros cuerpos (HART; ORTIZ, 2014, p. 473, marcación y traducción propias).

Museu de moedas do Banco Palmas
Museo de monedas sociales en el Banco Palmas. Fuente: el autor (2015).

Así, la noción de pluralidad monetaria propone que otros cuerpos, además de los Estados, son capaces de manejar monedas y crédito. Las discusiones sobre quién puede emitir monedas y quién puede definir reglas de crédito son temas de actualidad en varios ámbitos, como las discusiones sobre la posible salida de países de la zona euro (COUTROT, 2017). Pero, como veremos más adelante, si los cuerpos emisores de monedas no están necesariamente restringidos al Estado, tampoco se reducen a los bancos privados ni al llamado “Mercado”, entendido a veces como una entidad opuesta al Estado, o como algo que sería “natural”, cuyas leyes penderían sobre nuestras cabezas, independientemente de territorios o épocas.

CUERPOS PRÓXIMOS, CUERPOS CON CRÉDITO: LO COMUNITARIO COMO POSIBILIDAD

Los BCD brasileños pueden considerarse una alternativa de cuerpos proveedores de crédito (y de monedas comunitarias), cercanos a aquellos cuerpos generalmente excluidos de las tecnologías financieras, por ejemplo, los pobres, los negros y las mujeres de las periferias de las ciudades. Las experiencias de estos bancos comunitarios se conectan a categorías como la de la autonomía de una determinada colectividad, constituyendo relaciones entre “soberanía monetaria” y “soberanía política”, poniendo en práctica “soberanías entrelazadas” (DISSAUX; FARE, 2017, p. 12). En su metodología, la comunidad sería como un “cubo agujereado”, cuyo problema de la pobreza pasaría por la costumbre de los vecinos de adquirir productos y servicios de “grandes marcas” y grandes empresas, de fuera de la comunidad (QUEM…, 2014). Para contrarrestar esta práctica, los BCD proponen construir “tapones” para tapar los “agujeros del cubo” y mantener la riqueza en el lugar, en la comunidad, lo que da lugar a las dos herramientas principales de la metodología de los BCD: el microcrédito y la moneda comunitaria (respaldada con paridad en reales). Algunos autores traducen la experiencia brasileña relacionándola con la categoría de los commons (HUDON; MEYER, 2016), como

un conjunto de prácticas institucionales y de instituciones constituidas que responden al principio de que un grupo más o menos amplio se involucra en una actividad colectiva que produce bienes tangibles o intangibles, puestos a disposición de los commoners o de una colectividad mayor, según reglas democráticas de autoorganización (LAVAL, 2016, apud DISSAUX; FARE, 2017, p. 2, marcaciones y traducción propias)

La categoría de los commons, objetivo del trabajo de Elinor Ostrom (Premio Nobel de 2009) sobre la gestión comunitaria de los recursos naturales, está planteada por Hudon y Meyer (2016) bajo otra perspectiva: estos sostienen que el caso brasileño de los BCD es un ejemplo de commons donde las tecnologías de la moneda y del crédito se transforman gracias al “espacio público local de deliberación que instituyen”. Los BCD mitigarían así el potencial de exclusión incorporado en las tecnologías mainstream de microcrédito, al facilitar las reglas de acceso a la comunidad local (HUDON; MEYER, 2016, p. 15). Las distinciones entre los enfoques de los bancos comunitarios (instituciones comunitarias asociativas) y los de otros cuerpos instituciones más formales de fomento al microcrédito (como bancos y corporaciones) aparecen en los encuentros entre estos dos enfoques. En uno de esos momentos, Sônia Faria, presidenta del BCD de Preventório, comentó sobre la metodología de una agencia de microcrédito gubernamental:

[nosotros] no hacemos eso. […] Pues el tipo [que quiere el préstamo] será cazado [cuando más lo necesita]. […] Es hora de dar más amor (FARIA, 2015).

Sônia se refería a dos diferencias: el proceso de concesión de crédito y el de cobro de la deuda. El seguimiento del cobro del préstamo, en el caso del banco comunitario, es un seguimiento casi entre vecinos, que “siempre están ahí”: “el tipo incluso se avergüenza [de no pagar]” (FARIA, 2015). Por su parte, Joaquim Melo (2016), uno de los fundadores del Banco Palmas, dice que para el “banquero comunitario”, si el BCD presta a 100 personas y 70 pagan a tiempo, el banco ha cumplido su misión, ha ayudado a esas personas a salir de la miseria; pero “en la cabeza del tipo del banco [tradicional], es una tragedia […], es un 30 % de impago” (MELO, 2016). La sensación de Sônia se ve confirmada por cifras, más optimistas que el ejemplo de Joaquim: los datos del BCD Preventivo en el período entre 2011 y 2014 muestran una morosidad en los préstamos de alrededor del 15 % para ambas modalidades de crédito (FARIA, 2018), tasa compatible con el promedio nacional para préstamos inferiores a 1000 reales (BANCO CENTRAL DO BRASIL, 2015, p. 6, 14-15).

Otra diferencia entre las tecnologías de microcrédito: la agencia conducía la evaluación de la concesión de crédito de forma centralizada e impersonal, con consulta al Servicio de Protección al Crédito (base de datos centralizada) [4]; el Banco de Preventório realizaba su evaluación considerando la proximidad, la vecindad, el historial familiar. La diferencia dialoga con estudios sobre el mercado crediticio en EE.UU. y Europa, donde “la interacción cara a cara a la antigua entre empleados de los bancos y clientes” —lo que De Blic y Lazarus (2007) llaman prueba (o juicio) de crédito (l’épreuve du credit)— ahora está rutinizada (FOURCADE; HEALEY, 2010, p. 566, traducción propia). En Brasil, esta rutinización se traduce en puntuaciones de crédito (credit scoring), que incluyen datos como dirección, ingresos mensuales, acciones judiciales, deudas pendientes, los cuales alimentan y sirven de consulta a órganos como el Servicio de Protección al Crédito (SPC) o Serasa Experian [5]. Pero no necesariamente por el cara a cara y por la proximidad.

1 Encontro Global de Bancos Solidários de Desenvolvimento
João Manoel Santos (“Seu Joãozinho”, Banco Terra, Espírito Santo) habla a más de 20 bancos comunitarios, en el Encontro Solidários 2018 (1.er Encuentro Global de Bancos Solidarios de Desarrollo). Fuente: cobertura del evento, disponible en la red social Instagram (2018).

Es interesante ver que tales visiones pueden incorporar distancias entre quienes necesitan dinero y quienes lo ofrecen. Defendiendo que lo económico siempre está conectado con lo social, algunos señalan que “los verdaderos pobres son [considerados] aquellos a quienes nadie les ha concedido un préstamo” (FONTAINE, 2008, p. 36, traducción propia). Analizando la importancia del crédito entre los pobres desde la Edad Media en Europa, Fontaine (2008) argumenta que uno de los indicadores de “proximidad social” entre acreedor y deudor eran las tasas de interés (FONTAINE, 2008, p. 51), que variaban entre los círculos más próximos a los más distantes —desde la propia familia hasta personas de fuera de la ciudad, pasando por el patrón, “aristocracia, institución religiosa o la élite del pueblo” (FONTAINE, 2008, p. 35)—. Cuanto más próxima es la relación, menores son los intereses cobrados y, además, cuanto mejor relacionado, más difícil es el cobro efectivo de la deuda. En esta línea, el argumento de Fountaine refuerza los BCD como herramientas comunitarias de proximidad y de abaratamiento del acceso al dinero para poblaciones consideradas “pobres”.

LA MONEDA COMUNITARIA COMO UNA TECNOLOGÍA BANCARIA ASOCIATIVA

¿Cuáles serían los límites para este microcrédito, entendido como una tecnología bancaria comunitaria? Algunos consideran que la metodología de los BCD es más “avanzada” que el Grameen Bank, del ganador del Premio Nobel de la Paz en 2006, Muhammad Yunus, ya que “ayuda más a sus clientes a salir de la pobreza” [6]. Sin embargo, un límite importante se relaciona con la necesidad de constituir un fondo, en “dinero” (en Brasil, en reales). ¿Cómo recaudar estos fondos? Hay varias salidas para ello, desde procesos de financiación colectiva, crowdfundings (en Brasil, “vaquinhas”), a donaciones de organismos internacionales y políticas públicas [7]. Aquí vale la pena mencionar el ejemplo de otro banco comunitario brasileño, actualmente con el mayor movimiento de Brasil (y posiblemente uno de los mayores del mundo en términos de monedas comunitarias): “alrededor de 6 millones de reales al mes, pagados en renta básica” (SCIAMMARELA, 2020). El Banco Mumbuca fue instituido en 2013 por el Ayuntamiento de Maricá (un municipio a 60 km de la ciudad de Río de Janeiro), para pagar una cantidad de 84 reales mensuales a familias de bajos ingresos, en moneda comunitaria: la mumbuca. Desde entonces, el proyecto viene ganando contornos de un ingreso básico ofrecido por el Ayuntamiento a un número creciente de ciudadanos, a través de un banco que viene ganando autonomía, como un banco realmente comunitario.

Quiero resaltar aquí dos puntos del caso de la mumbuca, que están relacionados con soluciones para proveer fondos a los bancos comunitarios. El primero es que el proyecto se financia en gran medida con los impuestos que se pagan al Ayuntamiento por la exploración petrolera: por cada mumbuca entregada a un beneficiario, hay un real bajo la custodia del BCD. Cabe decir que Maricá es actualmente el municipio brasileño que más recursos económicos recibe de esta actividad. El otro punto se refiere a cómo esta circulación de moneda comunitaria puede generar por sí misma fondos para el microcrédito: en abril de 2018, el banco anunció que la circulación de la mumbuca había permitido recaudar un total de treinta y tres mil reales, entre febrero y mayo de aquel año (FARIA, 2018). Esta generación de un fondo comunitario fue posible gracias a una legislación brasileña que desde 2013 permite a las instituciones “no bancarias” administrar los arreglos de pago electrónico [8]. El BCD inició entonces su programa de microcrédito, sin intereses, financiado exclusivamente con recursos provenientes de la circulación de la mumbuca.

MumbuCred
Emprendimientos de clientes de MumbuCred (microcrédito en mumbucas), en una reunión del banco con secretarios del Ayuntamiento de Maricá. Fuente: el autor (2018).

En el caso de Maricá, la adopción de la moneda comunitaria digital permitió la concesión de crédito, incluyendo una metodología de círculos de conversación (las llamadas “cirandas”), reuniones abiertas a la participación de la población (FARIA, 2018). Un aumento en la cercanía entre el banco y la comunidad: en 2018 se iniciaron las “cirandas” de microcrédito, así como los “talleres para explicar el funcionamiento de la aplicación y las posibilidades que surgen con su uso. Logramos formar lazos, en los que ellos [los beneficiarios] pasan a comprender mejor el funcionamiento del Banco” (SCIAMMARELLA, 2018). Ese casamiento virtuoso entre una política pública, el mundo de las monedas comunitarias y el de los microcréditos comunitarios parece ser un camino interesante para recaudar fondos y aumentar la autonomía de los BCD. Diversas experiencias de monedas comunitarias respaldadas por monedas oficiales se extienden por todo el mundo —como el lixo (en Lisboa, Portugal) y el élef (en Chamberry, Francia)—, pero generalmente desarticuladas de iniciativas de microcrédito [9]. Esta articulación puede potenciar vínculos comunitarios, en los que la decisión de conceder crédito es cercana a la población, permitiendo apoyos ya sea a iniciativas de reciclaje y reutilización de residuos, a colectivos de mujeres artesanas, al consumo local y de emergencia (casos reales del BCD de Preventório), a pequeñas reformas de viviendas (BCD Mumbuca) o a grupos culturales (BCD Palmas).

Moeda O Lixo
moeda l'elef
El lixo, moneda obtenida de materiales reciclables, en Freguesia de Campolide, Lisboa. El élef, moneda que circula en paridad con el euro en Chamberry, interior de Francia. Fuente: el autor (2017).

Por último, es importante mencionar otras experiencias que también son altamente potentes y generadoras de crédito comunitario, pero de forma razonablemente desconectada del “dinero”. Augusto Corrons señala que el tipo de monedas comunitarias que hemos descrito hasta ahora suponen menos del 10 % de un total de “3418 proyectos, distribuidos en 23 países de todos los continentes” (CORRONS, 2017, p. 69-70, traducción propia) . El autor afirma que más del 90 % de las experiencias se encuadran en los denominados bancos de tiempo, con experiencias relevantes en EUA (como las Ithaca Hours., en Nueva York) y en otros países como Japón y el Reino Unido, así como en los sistemas de crédito mutuo, en los que los miembros de una comunidad divulgan sus ofertas y demandas y “el crédito de una persona es igual al débito de otra, de modo que las cuentas siempre suman cero” —destacando el caso de los LETS (Local Exchange Trading System), especialmente en Canadá, el Reino Unido, Nueva Zelanda y Australia (CORRONS, 2017, p. 70, traducción propia)— [10].

Para concretar un poco más esta línea para el lector, finalizo con dos ejemplos de iniciativas brasileñas, relacionadas con las llamadas productoras culturales colaborativas [11]. Pedro Jatobá (2016) sostiene que estas implementan “un banco de tiempo con una moneda 100 % electrónica”. Tales colectivos pueden traducirse como soluciones para hacer circular producciones/riquezas (un producto, un servicio, un conocimiento) de un colectivo a personas con poco acceso al dinero. Por ejemplo, para tener acceso a un curso de teatro en la Universidad Livre do Teatro Vila Velha (Salvador, Bahía), el estudiante pagaba parcialmente su mensualidad en la moneda comunitaria tempos: dicho de otra manera, los estudiantes asumían una deuda que podía pagarse en servicios demandados por el teatro (y formativos para el actor), como la divulgación de las obras, la taquilla, la iluminación, etc. Una metodología similar fue desarrollada en un espacio cultural en la Universidad Federal de Pernambuco: la productora Colabor@tiva.PE ofrecía la producción de espectáculos, videoclips, cursos, etc., todo cuantificado en conchas. Los préstamos en esta moneda social eran saldados por los “clientes” con trabajo, ya sea actuando como guardias de seguridad de los espectáculos, ya sea haciendo el mantenimiento de los jardines del espacio, por ejemplo.

Estos acuerdos también se muestran como tecnologías asociativas de crédito, en las que la concesión del crédito se distancia de prácticas del credit scoring (como la impersonalidad, la independencia entre el tomador y el facilitador del préstamo y, además, la premisa de la existencia del “dinero”) y se acerca a la noción de que “no existiría sociedad sin moneda en la medida en que la moneda es constitutiva de la deuda, y que los lazos de la deuda —entre los propios individuos y entre los individuos y la sociedad en su conjunto— son los cimientos de toda sociedad” (DISSAUX, FARE, 2017, p. 7).

NOTAS

[1] Escena inspirada en mis experiencias en el Banco Comunitario de Preventório, adaptada de Faria (2018).

[2] Solo el 53 % de la población brasileña económicamente activa tiene cuenta bancaria, y solo el 7 % mueve la cuenta más de una vez al mes (GONZALEZ, 2016); el 88% de los brasileños que utilizan bancos “sacan [sus salarios] y nada más” (ALVES, 2016).

[3] Más en <​https://www.investopedia.com/terms/i/ithaca-hours.asp>.

[4] Más en <https://www.spcbrasil.org.br/>.

[5] Más en <https://www.dicionariofinanceiro.com/credit-score/> y <https://editalconcursosbrasil.com.br/blog/mercados_credit-scoring/>.

[6] Afirmación del belga Bernard Lietaer, considerado uno de los mayores especialistas en esa materia, fallecido en 2019. Más en <https://www1.folha.uol.com.br/fsp/dinheiro/fi0202200907.htm>.

[7] Para ver un ejemplo de “vaquinha” asociada al Banco do Preventório, visitar <https://comite.bancopreventorio.org.br/>​. El Banco Palmas puso en circulación sus primeras monedas comunitarias con donaciones externas (FAIA, 2018, p. 62).

[8] Especialmente la legislación de pagos electrónicos (Ley 12865/2013), que permite a las instituciones no financieras administrar sistemas de pago electrónico y ser remuneradas por ello. A los ojos del Banco Central de Brasil, los bancos comunitarios no son formalmente bancos, sino fintechs. La legislación fue un actor fundamental para que el marco brasileño del futuro de las monedas sociales comenzase a adquirir rasgos digitales.

[9] Más en <https://www.rtp.pt/noticias/pais/pago-em-lixo-a-junta-de-campolide-faz-negocio-para-premiar-a-recicl agem-e-a-compostagem_a1202601​> y <​​https://lamonnaieautrement.org/elef>.

[10] Más en http://reconomy.org/what-you-can-do/alternative-banking-and-currencies/complementary-currencies/.

[11] Más en <https://transforma.fbb.org.br/tecnologia-social/produtora-cultural-colaborativa>.

referencias

ALVES, Nuno Lopes. Inovações tecnológicas e potenciais impactos na cidadania financeira. In: FÓRUM DE CIDADANIA FINANCEIRA, 2., 2016, Brasília, DF. Palestra… Brasília, DF: Banco Central, 2016.

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CORRONS, August. El reto de diversificar los medios de intercambio. Barcelona Metròpolis: capital em transformació, Barcelona, n. 105-6, p. 68-71, oct. 2017. Dosier. Monedas complementarias. Disponible en: <http://lameva.barcelona.cat/bcnmetropolis/wp-content/uploads/2017/10/BM105baixa.pdf>. Acesso: 10 mayo 2017.

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FARIA, Luiz Arthur Silva de. Digitalizações de moedas sociais no Brasil e suas (Pré)Histórias: tensões e mediações com Estados, mercados e tecnologias. Tese (Doutorado em História das Ciências e das Técnicas e Epistemologia) – Programa em História das Ciências e das Técnicas e Epistemologia, Universidade Federal do Rio de Janeiro, Rio de Janeiro, 2018.

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